All of old. Nothing else ever. Ever tried. Ever failed. No matter. Try again. Fail again. Fail better.

Nothing else ever

Reseña y análisis final de la película de 2004, “El hombre de bosque” (The Woodsman)

 

¿Cómo abordarla? Y me hago una pregunta más jugada: ¿condenarla o canonizarla?

 

La gran mayoría de los pedófilos ya ha dado su veredicto: canonización. Sin embargo, hay muchas cosas que no me terminan de cuajar acerca de ella.

 

En realidad, la primera pregunta que deberíamos hacernos para ver si, de hecho la película nos interesa, es la siguiente: ¿Walter (Kevin Bacon), es en realidad un paidófilo? Para la mayoría de la gente, abusó de niñas, no se necesitan más pruebas. Sin embargo, no hay que confundir pederasta con pedófilo: que haya violado a dos niñas no prueba nada más que que es un violador. Está claro que Walter es un pederasta. ¿Es un pedófilo? La película nos deja con una fuerte impresión de que sí, de que sí lo es. ¿Por qué?

 

Hubo una observación muy inteligente que leí en IMdB que fue la siguiente: Walter, en el único momento de toda la película donde se lo ve feliz, donde sonríe verdaderamente, es con Robin, la bella niña que encuentra en el parque. Ese es el único momento de toda la película donde sonríe: en compañía de una niña. Está clarísimo, viendo la película, que la compañía de las niñas es lo que realmente lo hace feliz a Walter. Eso, sumado a la atracción sexual, lo juzgo ya prueba suficiente para decir que Walter no sólo es un pederasta, sino también un pedófilo. Sin embargo, un argumento en contra es que logró mantener relaciones sexuales normales con Eve, su novia (y, en palabras de ella, fueron “bastante intensas”), que no es precisamente una chica. Esto podría ser un argumento en contra, pero recordemos que hay algunos pedófilos –bastantes de hecho- que no son exclusivos, es decir, que no sienten atracción sexual solamente por los niños sino también por los adultos. Walter podría ser de estos. Por otra parte, su edad de atracción parece ser bastante alta para un pedófilo puro (recordemos que en la escena del centro comercial posa sus ojos sobre una adolescente que no sospechamos menor a 15). Esto parece ser otra prueba de que Walter es un paidófilo no-exclusivo, es decir, un paidófilo que también puede sentir atracción hacia los adultos, aunque su principal inclinación sea hacia las menores. Por otra parte, recordemos algunas de sus conductas: tiene una especie de fetiche por oler el pelo de las niñas o –un pobre sucedáneo- el de las mujeres, algo que claramente se da en muchos pedófilos. También recordemos el hecho de que, en sus palabras, “nunca las lastimó” y de que, por tanto, jamás les haría daño intencionadamente, siendo eso evidentemente propio de un paidófilo. Un ejemplo más, es que, en sus palabras “si el niño quiere dar un paseo es porque él QUIERE dar un paseo”, es decir, justifica el abuso con el consentimiento del niño, otra actitud que claramente se corresponde con nuestra hipótesis. ¿Es el hecho de sus experiencias con su hermana, una prueba de que es paidófilo? En mi opinión, es una prueba menor, ya que hay muchas personas que tienen juegos sexuales de niños con otros pequeños y sin embargo no desarrollan esa orientación. Así que no me parece una gran evidencia ese aspecto.

 

Ahora bien, zanjado ese aspecto y decidido que Walter no es tan sólo un violador –cosa que no nos interesaría- sino también, muy probablemente, como acabamos de demostrar, un pedófilo, decidamos otra cuestión con respecto a la película: ¿es pro-paidofilia?

 

Bueno, eso, como siempre, depende de la definición de paidofilia que demos. Definamos paidofilia como atracción sexual y emocional hacia los niños. Entonces, ¿es pro-paidofilia? En mi opinión, no, pero con reservas. El filme hace ver a la paidofilia como, ante todo, una carga pesada, una enfermedad mental, producto de dolores internos y externos. Walter, como es mostrado en la película, claramente tiene problemas psicológicos –lo cual se subraya especialmente hacia el final-. La película induce a conectar esos problemas, con la paidofilia: en otras palabras, su orientación sexual es la que los provoca. Walter sufre –es claro durante la película que sufre- debido a su orientación, no es “normal”, se siente mal, cree que está enfermo y pregunta “¿cuándo seré normal?”. Esa es una actitud claramente anti-paidofilia: “la paidofilia hace sufrir a los que son paidófilos y a los que no son paidófilos”, de ese lado se pone la película. Y esta claramente la trata a aquella como una fuente de malestar, de sufrimiento interno y psicológico. No sospecha, no imagina, que un paidófilo puede ser una persona común y corriente, sin sufrimientos ni problemas psicológicos.

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Pero observemos que, tal vez, el “sufrimiento interno” del protagonista puede ser tan solo un mecanismo del guión/filme, un recurso que emplea la película para concederle la redención a Walter. En otras palabras: la película hace de Walter una persona con problemas psicológicos, con dolor interno, para evidenciar su remordimiento ante sus actos, y, de esa forma, legitimar la redención que le brinda. Me explico: Walter, si no sufriera, si no tuviera problemas, si no sintiera dolor –que luego se descubre proviene de sus remordimientos en una de las escenas finales cuando golpea a Candy que “es Walter”-, no podría obtener la redención. Una persona que no siente remordimientos por lo que hizo no puede alcanzar el perdón. Si fuera “normal” y siguiera su vida como siempre, la película no le otorgaría el perdón. Pero Walter sufre y se arrepiente, y de esa forma la magia del cine puede otorgarle la Redención al personaje.

 

En otras palabras, el discurso del filme es el siguiente: “hiciste algo horrible, pero si verdaderamente te arrepentís y sufrís, el Perdón te alcanzará. Nunca un perdón absoluto, las heridas nunca cierran del todo (recordemos que la hermana de Walter al final de la película sigue sin concedérselo), pero si se te concederá un Perdón parcial, una redención personal, una oportunidad para comenzar de nuevo”. Ese es el discurso, el mensaje de la película. Fijémonos que la misma mira con malos ojos a la acción de la compañera negra de trabajo de Walter cuando esta desentierra el pasado del mismo y se lo hace conocer a todos. Es decir, la película defiende la oportunidad de volver a comenzar. Pero sólo si sufrís y te arrepentís. El sufrimiento de Walter, en este sentido, es esencial para otorgarle el perdón.

 

Digo “se arrepiente” porque es claro que lo hace. No al comienzo ni en el nudo de la película, donde su propio malestar y la vida diaria lo desvían de la reflexión, sino en el final, con la verdadera epifanía que le proporcionan las palabras de la niñas: Walter, en tanto pedófilo, no podía (¿no quería?) comprender que al tener relaciones con esas niñas les estaba provocando un daño: “nunca las lastimé” dijo. La verdadera revelación ocurre cuando oye el relato de la niña, y ese es el momento decisivo para Walter. Luego, cuando golpea a Candy, no lo hace por que era un abusador, lo hace para acabar con su pasado, para acabarlo a golpes, con violencia, porque algo tan primigenio, “debe de estar en la sangre, y tal vez sólo termine con la sangre” en palabras de Kafka. Golpea a Candy (que es él antes de su conversión, antes de la cárcel y antes de su posterior “libertad”) porque es su pasado. Porque es él. O por lo menos, esa parte de él que quiere dejar atrás.

 

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La película lidia solamente con los pedófilos abusadores. No sabríamos cómo sería el discurso de la misma si Walter no fuera un pederasta. Pero no la culpemos: hasta ahora, no recuerdo ninguna película que hable sobre un pedófilo puro, que no sea un abusador. La razón puede ser que la cantidad de películas sobre la pedofilia, así en general y tomando todos sus aspectos, es ínfima. Tal vez deberemos esperar unas cuantos décadas más para ver una película sobre un pedófilo normal que vive su sexualidad sin tener relaciones con niños. Aunque creo que eso sería bastante aburrido, porque no habría mucho que contar. No sería una película hollywoodense (como El hombre de bosque) entonces, sino probablemente un filme indie hecho por jóvenes cineastas pedófilos. Probablemente sería en blanco y negro, sin música y presentada en el festival de cine independiente de moda ante un público de 15 personas. No podemos esperar para verla.

 

Si definimos a la pedofilia como relaciones con niños (definición totalmente incorrecta pero que muchos, equivocadamente, adoptan) entonces la respuesta a nuestra pregunta de si es o no pro-paidofilia, es, ahora, un rotundo no. La película jamás defiende las relaciones con niños, habría que estar loco para hacer eso, y si lo hiciera jamás se hubiera filmado. Todas las relaciones que muestra la película las muestra demonizadas (recordemos el relato que le hace el detective de una niña que fue violada y después masacrada, algo que en la realidad es rarísimo como lo muestran los estudios de Kinsey): son siempre abusos, asesinatos o violaciones. Así que en ese aspecto no hay más que decir. Podríamos preguntarnos si, justamente eso, no es un defecto estético de la película: al mostrar a todas las relaciones con niños como abusos no deja espacio a que alguna pueda ser positiva u amorosa. En mi opinión sí es un defecto estético, pero un defecto estético menor, ya que el centro de la película no son las relaciones con niños, sino la búsqueda de redención de su personaje, Walter.

 

Una inteligente, y muy cierta, crítica hecha a la película es la siguiente: la simplificación que hace de “pederasta/homosexual/sin voz ni emociones/malo” (Candy) y la de “pedófilo/heterosexual/con sentimientos y emociones/bueno” (Walter). Esa es una grosera simplificación en la que sólo recaí luego de –una vez más- leer una crítica en IMdB. Y es cierta. Candy, en la película, aparece –muy prosaicamente- como el arquetipo final de pederasta: ¡tentando a los niños con caramelos en la puerta del colegio! Un error estético gravísimo y un trazo grueso que no puede pasar desapercibido. Candy no tiene voz, voto ni sentimientos: viola a los niños sin piedad, los usa, los seduce y los deja, sólo busca sexo, no tiene remordimientos, es homosexual, no tiene problemas internos, no tiene dolor. Es, definitivamente, una simplificación extrema y un grave error estético del filme. Tal vez el mayor si me apuran.

 

Pero, pensemos: ¿verdaderamente puede darse el lujo, la película, de darle voz y sentimientos –vale decir: vida- a Candy y sacarlo de su lugar de mera caricatura? La respuesta es no. Si lo hiciera, Walter (y, por lo tanto, nosotros) comprendería que la redención es alcanzable sin el dolor y sin el sufrimiento ni el arrepentimiento; una redención diferente es la que propone Candy, ya no es más la de la “normalidad” y la “decencia”, sino la del placer y la de la felicidad (que para Walter es, siempre lo fue, el estar con niñas). Por lo tanto, darle voz y sentimientos a Candy sería cuestionar seriamente los valores morales occidentales, que nos dicen que la Redención no es alcanzable sin sufrimiento. Darle voz y sentimientos a Candy sería decir que Walter puede ser feliz sin sufrir, ya no ser “normal” o “aceptable”, sino ser feliz, es decir, estar con niñas. En otras palabras: que se puede ser feliz haciendo el “mal” y ser normal y no pagar las consecuencias. Ese sí que sería un fuerte, fuertísimo golpe a la moral occidental, golpe que la película no se atreve a dar (que pocas películas se atreverían a dar. El cine de hollywood, recordémoslo, es arte popular, y como tal, se siente poco afecto a cuestionar seriamente los ladrillos sobre los que se asienta nuestra civilización). Pero es un error justificable, ya que pedirle a la película que lo dé, que le dé vida y sentimientos a Candy, sería pedirle demasiado. Mucho. Sería un profundo cuestionamiento a la moral que el arte popular, pocas veces se atreve a dar. En este sentido, la película es extremadamente moralizante y eso puede ser un error estético dependiendo del gusto.

 

Como vemos, la película que al principio nos parecía perfecta, fue mostrando sus defectos y, como obra de arte, sus errores estéticos. “El hombre del bosque” es, en el fondo, conservadora, pero también racional (conservador y racional no son antónimos). La razón es que su mensaje no es más que una de las parábolas más claras de la Biblia: que el Perdón sólo es alcanzable mediante el sufrimiento y el arrepentimiento. El hecho de que sea condescendiente y “humanice” a Walter (trabajo que hace excelentemente bien y apelando a todos los trucos del cine) no es tan escandaloso, porque en el fondo, sigue manteniendo uno de los preceptos morales más poderosos de la civilización occidental. No hace más que aplicar ese precepto a alguien que cometió el que se considera en la actualidad uno de los peores crímenes posibles. Esta es, ciertamente, la verdadera virtud de la película: trasladar el viejo precepto bíblico a alguien que es “lo-peor-de-lo-peor” (a pesar de que se atenúa este rasgo humanizando a Walter). Y ese precepto no es más que la máxima en la que se funda el Cristianismo, y por tanto, Occidente: “ARREPIÉNTETE Y TUS PECADOS SERÁN PERDONADOS”.

 

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Espero que les haya gustado mi análisis de la película y les haya servido para comprenderla mejor. En mi opinión más informal, es un avance. Un avance que, como todos los pasos de alguien que comienza a caminar, es tembloroso y lleno de tropiezos. ¿Condenarla o canonizarla? preguntaba. Ni uno ni lo otro: entenderla y analizarla para, en el futuro, hacerla mejor. Pero eso ya es trabajo de otros: de jóvenes paidófilos con las agallas y el valor de hacer una película que verdaderamente podamos canonizar y mirar con orgullo porque nos representa, lugar que hasta ahora, es ocupado de forma indiscutida por Lolita, de Nabokov